lunes, 23 de mayo de 2016
Una joven india de singular belleza fue seducida por las falsas promesas de matrimonio, de un españolito buen mozo y tenorio consumado. De estas relaciones ilícitas nació un niño.
Como la gente, que todo lo sabe y todo lo ve, comenzara a dudar de la indiecita, ésta concibió el horrible proyecto de enterrar vivo a su hijo.
—No, de ese modo no —le dijo una vieja bruja—, yo te diré cómo has de deshacerte del pequeño.
Guiada por la bruja, la moza colocó al chiquitín en una batea y lo arrojó a la corriente de un riachuelo que corría por entre espantosos despeñaderos.
Pero el niño no murió. Vive para remordimiento eterno de sus madre y así pague su delito. Vive, para que el recuerdo de su llanto, siempre escuchado a orillas de los ríos, lleve a todos los corazones el recuerdo de aquella mujer.
En la soledad vinieron los remordimientos a atormentar a la muchacha y desesperada se juró a sí misma buscar a su hijo hasta encontrarlo.
Se presentó al sitio donde había arrojado al chiquitín y allí, como en el corazón del río le pareció oír el llanto del pequeño.
Loca de angustia y de dolor corrió más allá, pero nada. El eco había volado para repetirse aún más lejos.
Como la gente, que todo lo sabe y todo lo ve, comenzara a dudar de la indiecita, ésta concibió el horrible proyecto de enterrar vivo a su hijo.
—No, de ese modo no —le dijo una vieja bruja—, yo te diré cómo has de deshacerte del pequeño.
Guiada por la bruja, la moza colocó al chiquitín en una batea y lo arrojó a la corriente de un riachuelo que corría por entre espantosos despeñaderos.
Pero el niño no murió. Vive para remordimiento eterno de sus madre y así pague su delito. Vive, para que el recuerdo de su llanto, siempre escuchado a orillas de los ríos, lleve a todos los corazones el recuerdo de aquella mujer.
En la soledad vinieron los remordimientos a atormentar a la muchacha y desesperada se juró a sí misma buscar a su hijo hasta encontrarlo.
Se presentó al sitio donde había arrojado al chiquitín y allí, como en el corazón del río le pareció oír el llanto del pequeño.
Loca de angustia y de dolor corrió más allá, pero nada. El eco había volado para repetirse aún más lejos.
Así comenzó su peregrinación infructuosa, llena el alma de desesperación y cuajado de lágrimas el rostro. En su interminable rodar por las selvas, cambió sus vestiduras por un manto delicado tejido con sus propios cabellos; y de su llanto inagotable,
sus lágrimas cristalizadas por la pena, engarzadas en los párpados alargaron sus pestañas hasta los pies. De sus suspiros y contracciones del alma sólo ha quedado un gemido muy especial:
¡pum… pum…!
En el momento preciso de su fuga, la india fue sorprendida por un vecino anciano, y éste irritado la maldijo añadiendo:
— Te pesa y te pesará.
Desde entonces su conciencia le repite sin cesar, te pesa, te pesa, para enrostrarle lo horrible de su falta. Y ha sido tal su obsesión, que ha huido de los hombres, porque siente que cada uno le dirá el te pesa martirizador. Y ha buscado refugio en las
selvas, pero inútilmente; el viento que silba, la fuente que corre, el pájaro que canta en la rama, las hojas que se agitan, la naturaleza toda le dice en sus mil bocas el te pesa lacerante y humillador, pues jamás, ni siquiera un instante vuelve a convertirse en lo que fue. Una linda y joven mujer.
sus lágrimas cristalizadas por la pena, engarzadas en los párpados alargaron sus pestañas hasta los pies. De sus suspiros y contracciones del alma sólo ha quedado un gemido muy especial:
¡pum… pum…!
En el momento preciso de su fuga, la india fue sorprendida por un vecino anciano, y éste irritado la maldijo añadiendo:
— Te pesa y te pesará.
Desde entonces su conciencia le repite sin cesar, te pesa, te pesa, para enrostrarle lo horrible de su falta. Y ha sido tal su obsesión, que ha huido de los hombres, porque siente que cada uno le dirá el te pesa martirizador. Y ha buscado refugio en las
selvas, pero inútilmente; el viento que silba, la fuente que corre, el pájaro que canta en la rama, las hojas que se agitan, la naturaleza toda le dice en sus mil bocas el te pesa lacerante y humillador, pues jamás, ni siquiera un instante vuelve a convertirse en lo que fue. Una linda y joven mujer.
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